Por: Lorenzo Carri
Hace algunos años, la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) admitió el 12 de octubre como El Día del Árbitro. Es probable que no haya ninguna celebración oficial, aunque los distintos colegios departamentales (varios fueron fundados en un día como hoy) reúnan a sus miembros. El lunes, MARCAS PLUS presentó una entrevista de nuestro compañero Jaime Ayllón con Raúl Orosco, juez FIFA.
Orosco fue sincero y reconoció que “el arbitraje boliviano pasa por una situación dura y crítica cada fin de semana. Es triste consecuencia de muchos factores: no es que seamos malos los jueces, pero efectivamente hay algo que está fallando, aparte de que los futbolistas no colaboran.” La sinceridad del árbitro boliviano de mayor prestigio internacional invita a reflexionar.
El lado positivo. Como Azkargorta, y acompañándolo en la posible ingenuidad, siempre he confiado en los jueces, tanto en los nacionales como en los de otras latitudes. Me arrepentí varias veces, pero sigo creyendo que los árbitros son tan indispensables e irreemplazables como el balón.
Creo que los jueces principales conocen al dedillo las reglas y tratan de estar en el mejor estado físico para seguir de cerca las jugadas. Y sostengo —contra el 95% de opiniones contrarias— que los jueces asistentes cumplen una tarea que roza lo inhumano. El futbolista o el entrenador que reclaman, los aficionados que insultan, y nosotros —los periodistas— que los seguimos con lupa (sobre todo si tenemos imágenes televisivas a mano) no alcanzamos a entender en toda su dimensión lo que se exige de los jueces de línea.Los árbitros tratan de sobreponerse a las presiones de todo tipo y no reaccionar como seres humanos que son (indignados ante las humillaciones) cuando esas presiones son inadmisibles e “irreproducibles”.
El lado negativo. Nuestros jueces tienen problemas propios (“somos los peores pagados de Sudamérica”, dijo Orosco, y seguramente no hablaba sin fundamento).Comparten con numerosos jueces del continente la falta de profesionalismo, porque tienen que dedicarse a otras labores “pues lo que uno gana en la Liga no alcanza para mantener a la familia” (Orosco).
Los árbitros nacionales soportan la falta de respeto de dirigentes, entrenadores y futbolistas (y muchas veces de nuestro gremio, cuando, por ejemplo, afirmamos rotundamente que un juez “estuvo mal, con muchas fallas de apreciación” y ahí queda la calificación…).
Esos y otros problemas no nos hacen olvidar que tuvimos y tenemos árbitros que son irregulares en la aplicación de una misma regla; que a veces ven faltas en la ejecución de un penal —ocurre en el 95% de las penas máximas— pero casi siempre miran hacia otro lado; que los hubo (¿los hay?) pretenciosos y ególatras a la hora de examinar sus fallos o sostener —como lo hacía un anecdótico referí— que “el autogol no existe, y ningún árbitro FIFA debería tomarlo en cuenta”.
Y si es verdad que muchos jueces soportan insultos y agravios, no faltaron (¿no faltan?) los que creen que hay que responder del mismo modo, originando un diálogo absurdo, donde el juez pierde más que los futbolistas.
MARCAS subrayaba hace pocos días que nuestros árbitros no son convocados para partidos internacionales en la misma proporción que peruanos, paraguayos o ecuatorianos, todos muy respetables pero no mucho mejores que los nacionales.
Capacitados teórica y reglamentariamente, y en buenas condiciones físicas, los jueces deberían repreguntarse este 12 de octubre si no hay fallas en la actitud y en la personalidad. Algo que no se arregla con mejores remuneraciones (que no conseguirán en mucho tiempo, lamento afirmarlo) ni repitiendo que los errores arbitrales son tan inevitables como las equivocaciones del resto de los humanos.
(La Razon)
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